Silicon Valley Bank (SVB), uno de los mayores bancos de Estados Unidos, ha colapsado recientemente y ha dejado muchas preguntas sobre la salud del sector financiero en el país. SVB fue fundado en 1983 y se especializó en atender a empresas emergentes y firmas de capital de riesgo que las financian, convirtiéndose en la favorita del sector tecnológico estadounidense desde casi su creación.
Durante la pandemia, al igual que todo Silicon Valley, el negocio del SVB experimentó un gran crecimiento, y sus activos se triplicaron gracias a los depósitos de las tecnológicas, que en esa época continuaban boyantes. Sin embargo, debido a una apuesta por parte del banco y la rápida subida de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal (Fed) para contener la inflación, SVB perdió muchos de sus bonos a largo plazo, lo que generó una gran cantidad de deudas y pérdidas.
En vez de equilibrar sus cuentas, SVB asustó a los mercados y a los clientes, que corrieron a retirar su dinero. Con una base de clientes poco diversificada y muy interconectada, la entidad sufrió una huida bancaria vertiginosa que el viernes forzó a los reguladores a intervenir y cerrar el banco para limitar los daños. El pánico se extendió a otras firmas y para el domingo, también se había llevado por delante al Signature Bank, con sede en Nueva York y que en los últimos años había hecho una importante apuesta por el sector de las criptomonedas.
Después de adquirir el control del SVB el viernes y buscar sin éxito su venta a otro banco, los reguladores estadounidenses optaron por garantizar todos los depósitos de ambas entidades y anunciaron un programa de emergencia para ofrecer liquidez a otros bancos con grandes cantidades invertidas en bonos para evitar que tengan que deshacerse de ellos con pérdidas, como ocurrió con SVB.
La intervención de las autoridades ha generado un fuerte debate en Estados Unidos sobre si esto constituye o no un nuevo rescate de la banca, como ocurrió en la crisis de 2008. La Casa Blanca ha insistido en que el dinero que se usará para garantizar los depósitos provendrá de un fondo de garantías al que contribuyen los bancos de EE. UU. y no estará financiado con el dinero de los contribuyentes.
Por ahora, las medidas de Washington parecen estar funcionando para evitar un contagio a gran escala al resto del sector bancario, que ha vivido unos días de fuerte nerviosismo. Aunque buena parte de los analistas coinciden en que hay pocas posibilidades de que la situación actual derive en una nueva crisis financiera a gran escala, el caso del SVB ha añadido más nerviosismo a una coyuntura ya compleja, marcada por la persistente inflación y el temor a una posible recesión como consecuencias de las subidas de los tipos de interés.