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La persistente inflación: una realidad económica inquietante | Investing.com

Mar 10, 2023

Se esperaba un declive, pero ha renacido: la inflación va viento en popa, todo lo contrario que los hogares a los que castiga.

Los últimos datos apuntan en su totalidad en la misma dirección: no solo la inflación no decae, sino que muestra incluso señales de repunte. En Francia, la primera estimación correspondiente al mes de febrero se sitúa en un 6,2 %, por lo que regresa a los máximos de octubre. En Alemania, la situación es aún peor: +8,7 % interanual, casi en el nivel de octubre también. Contrariamente a lo que se esperaba, la inflación no ha tocado techo verdaderamente. En EE. UU., durante el mes de enero la inflación del consumo personal repuntó hasta el 5,4 %, frente al 5,3 % de diciembre. El máximo era ciertamente mucho más elevado en junio, cuando rondaba el 9 %, pero el ritmo de caída se ha detenido e, incluso, se ha invertido.

En este contexto, las expectativas de política monetaria están endureciéndose aún más. El mercado espera ahora que los tipos de referencia se sitúen cerca del 5,5 % este verano en EE. UU., mientras que se colocaban por debajo del 5 % a comienzos de febrero. Algunos analistas consideran incluso que los tipos de referencia podrían alcanzar el 6 %. El mismo fenómeno se observa en la zona del euro, donde las expectativas sobre los tipos de referencia se elevan ahora hasta el entorno del 4 % a finales de 2023, frente al 3,25 % aproximadamente que se preveía a comienzos de febrero. El mercado, después de haber dudado de la firmeza de los bancos centrales durante algún tiempo, ahora los toma en serio. Queda incluso margen para que estas expectativas aumenten: con una inflación subyacente del 5,6 % en febrero en la zona del euro, los tipos de referencia previstos parecen todavía bastante bajos, salvo que termine materializándose un fuerte descenso.

Para los hogares, la situación es aún más difícil, ya que algunos productos básicos suben mucho más rápido que la inflación general. En Alemania, los productos de alimentación se han disparado casi un 20 %. Además, acaban de negociarse nuevas alzas entre distribuidores y productores. Los salarios, por su parte, no marchan al mismo ritmo y la renta real (ajustada por la inflación) ha descendido; por ejemplo, un 4,1 % en Alemania en 2022, es decir, un descenso por tercer año consecutivo en la primera potencia de la zona del euro.

No obstante, dentro de este torbellino de inflación surgen algunos efectos favorables que tienen un efecto balsámico para la economía. En primer lugar, no todas las empresas se ven penalizadas. Por lo general (no todas, ciertamente), las empresas pueden repercutir la inflación en sus precios de venta y, de este modo, mantener sus márgenes. El efecto de compensación es fuerte, toda vez que los salarios suben globalmente más despacio que la inflación y, en este caso, la carga salarial real puede incluso disminuir.

En segundo lugar, los estados deciden generalmente reflejar la inflación en los baremos de los tramos del impuesto sobre la renta. Para las personas cuyas rentas se hayan estancado, o hayan aumentado menos que la inflación, eso equivale a reducir el tipo impositivo y, por lo tanto, a suavizar la carga global que supone la inflación.

Por último, los estados se benefician de unos ingresos tributarios más altos, ya que gravan una proporción prácticamente estable de los PIB nacionales, que aumentan con la inflación. En los casos en los que los tipos reales a los que se endeudan (es decir, los tipos nominales menos la tasa de inflación) son negativos, como ocurre actualmente en Europa, en realidad los estados reducen su endeudamiento. De este modo, pueden seguir incurriendo en déficits presupuestarios sin sobrecargar su balance. Así, de acuerdo con el FMI, la zona del euro presenta en 2022 un ratio de deuda-PIB del 93 %, menos que en 2020, y la trayectoria prevista también es descendente: 91 % en 2023 y 89 % en 2025. En EE. UU., las previsiones recopiladas por Bloomberg prevén un ratio que pasará del 102 % en 2022 al 97 % en 2023, a pesar de que el déficit presupuestario ronda el 5 %.

Por lo tanto, la inflación no es una maldición en su totalidad. Y menos mal, ya que parece que vamos a convivir con ella durante bastante tiempo.

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