El nombramiento de Li Qiang como el nuevo primer ministro de China, el segundo cargo más importante del país, ha generado expectativas sobre su capacidad para reactivar la economía del país después de tres años de restricciones COVID-19. Conocido como un hombre pragmático y favorable a las empresas, Li tiene ante sí la tarea de impulsar la desigual recuperación de China en un contexto mundial cada vez más desafiante, incluyendo tensiones con Occidente y la escasa confianza de los consumidores y el sector privado.
El nuevo primer ministro reemplaza a Li Keqiang, quien se jubila después de dos mandatos de cinco años en los que su papel se vio cada vez más mermado a medida que el presidente Xi Jinping reforzaba su control del poder y dirigía la segunda economía mundial en una dirección más estatista. Li Qiang, por su parte, nunca ha ocupado un cargo en el gobierno central, lo que significa que puede enfrentarse a una dura curva de aprendizaje en los primeros meses en el cargo.
Sin embargo, los estrechos lazos de Li con Xi, quien fue su jefe de gabinete entre 2004 y 2007, le permitirán hacer las cosas a su manera, según los observadores del liderazgo chino. Según Trey McArver, cofundador de la consultora Trivium China, «Mi lectura de la situación es que Li Qiang tendrá mucha más libertad de acción y autoridad dentro del sistema».
En este contexto, la tarea del nuevo primer ministro será primordial para la economía de China. A medida que aumentan las tensiones con Occidente en torno a una serie de cuestiones, como el acceso a tecnologías clave o las cadenas de suministro, China deberá esforzarse en apuntalar su recuperación económica para mantener su posición en el panorama mundial.
En definitiva, el nombramiento de Li Qiang como primer ministro de China ha generado expectativas sobre la capacidad del líder de reactivar la economía del país en medio de un contexto global cada vez más incierto y desafiante.
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